25.10.10

HUMANISMO Y TÉCNICA EN ORTEGA:
EL HOMBRE COMO SER INSATISFECHO
Jesús Pons
(Universidad de Valencia)

Introducción
La reflexión sobre la técnica en nuestros días se ha convertido en indispensable para comprender el momento presente y las nuevas posibilidades que la técnica nos ofrece con vistas a un futuro que en muchos ámbitos ya ha dejado de serlo para convertirse en nuestra actualidad. En efecto, para estar a la «altura de los tiempos» es menester hacernos cargo de en qué consiste eso que se llama «técnica» y que está de plena «actualidad».
El objetivo principal de nuestra ponencia reside en el intento de mostrar que en la filosofía de Ortega la reflexión sobre la técnica es inseparable de la tradición platónica y humanista que alcanzará una de su cumbres en la obra de Pico della Mirándola. En otras palabras, nuestra intención es mostrar que la concepción del hombre como un ser inacabado e inadaptado que posee una naturaleza bifronte y cuyo rasgo característico es la «insatisfacción», recorre la obra de Ortega adquiriendo una especial relevancia en su reflexión sobre la técnica.
La visión del hombre en el «Humanismo» ejercerá una enorme influencia en la concepción del «héroe moderno» que a nuestro juicio, alcanza su máxima expresión en el Romanticismo alemán y que llega a nuestros días.
El planteamiento de Ortega sobre el «héroe» iniciado en Meditaciones del Quijote y que le servirá para caracterizar su concepción del hombre en sus obras posteriores es heredero en parte, de la reflexión realizada por el Idealismo, de ahí la importancia de mostrar los rasgos esenciales de autores como Goethe o Fichte, aunque no podremos detenernos en ello.
Finalmente intentaremos ver en qué media podemos hablar de un «humanismo tecnológico» a partir de la estrecha y capital vinculación que establece Ortega entre hombre y técnica. A este respecto conviene recordar uno de los aspectos clave de su pensamiento, a saber: que para Ortega «no hay hombre sin técnica».
Para conseguir nuestro propósito realizaremos una breve exposición sobre el mito de Prometeo tal y como aparece en el Protágoras de Platón, poniéndolo en relación con la concepción del hombre expresada en la obra de Pico. Posteriormente comentaremos los elementos centrales de la concepción romántica del héroe y su vinculación con la concepción orteguiana del héroe expresada en Meditaciones del Quijote. Finalmente indicaremos el núcleo de Meditaciones de la técnica en lo relativo al carácter esencial del hombre frente a la naturaleza.

1. La «salvación» de Epimeteo
Sin lugar a dudas, una de las aportaciones más sobresalientes del Renacimiento es la obra de Pico della Mirándola. No es necesario exponer los rasgos centrales de su pensamiento, nos basta con decir que su contribución más importante es la obra De hominis dignitate de clara influencia platónica. El Neoplatonismo fue una de las corrientes más importantes de aquella época, por tanto hay que tener presente el pensamiento platónico para poder comprender los planteamientos de Pico. Pero sobre todo, es importante detenerse en el mito de Prometeo que Platón cuenta en el Protágoras.
Lo que nos importa del mito no es tanto el significado político que podamos extraer, por otra parte interesante, sino mas bien la concepción del ser humano que se desprende de él y que culminará no sólo en el Renacimiento, sino que llegará hasta el Idealismo (Goethe, Herder, Fichte, Hölderlin) y de ahí a Ortega. Posteriormente prestaremos atención a la interpretación que Pico della Mirandolla hace de la figura de Prometeo en clave cristiana, es decir, apelando obviamente al relato del Génesis pero teniendo siempre presente el relato platónico.
La nueva versión realizada por Pico adquiere una extraordinaria actualidad cuando en el siglo XX la presencia de la técnica invade nuestras vidas y surgen planteamientos acerca sobre las posibilidades del ser humano frente al futuro. Es bajo el horizonte de la técnica donde mejor se ha visto la actualidad del pensamiento de Pico y en este punto consideramos que Ortega ha sido el que mejor ha visto esta relación, aunque no lo mencione en el texto. A continuación, consideramos oportuno comenzar señalando los puntos cruciales del mito de Prometeo.

Los dioses encargaron a Prometeo y a Epimeteo la distribución entre las distintas especies de un conjunto de capacidades. Prometeo decidió que su hermano fuera el encargado de realizar la distribución y él simplemente supervisaría el resultado final. Cuando el tiempo del que disponían para realizar el reparto estaba finalizando, Prometeo descubrió sorprendido que su hermano había gastado todas las capacidades en los animales y que el hombre se encontraba desnudo y desamparado. Ante esta situación, Prometeo decidió compensar de alguna manera al hombre proporcionándole algo que fuera equivalente a las capacidades de los animales. Pensó que lo mejor sería apropiarse de la «habilidad técnica» (propiedad de Hefesto y Atenea) y robar el fuego a Zeus para entregárselo a los hombres. Gracias al regalo de Prometeo el ser humano descubrió los ritos, la religión, el lenguaje y pudo progresar técnicamente hasta dominar varias capacidades técnicas. Pero el problema es que el ser humano seguía sin poseer una serie de cualidades fundamentales para la supervivencia. En efecto, el hombre era incapaz de vivir en sociedad, no había forma de que pudieran permanecer unidos. Zeus se apiada de los hombres y le pide a Hermes que entregue a todos los seres humanos una serie de cualidades que puedan garantizar su supervivencia en comunidad: el pudor y la justicia. Gracias a la justicia y al pudor fue posible que se estableciera una serie de límites y normas que garantizaran la articulación de un orden.1
Lo primero que tenemos que tener presente del mito platónico es la condición en la que se encuentra el ser humano una vez finalizado el reparto: está completamente «indefenso», «desamparado», «abandonado» a su suerte y sin posibilidad para poder defenderse de los peligros, en definitiva, incapaz de poder sobrevivir y cuidar de sí mismo. Ante esta lamentable situación en la que el ser humano se encuentra, Prometeo no tiene más remedio que hacer algo para solucionar el problema. El fuego robado supone la salvación para el hombre, en la medida en que le proporciona la técnica y una serie de conocimientos con los cuales poder adaptarse y sobrevivir. En el mito de Platón se resalta que esto es insuficiente, pues todavía carece el ser humano de los elementos esenciales para poder convivir en sociedad: el pudor y la justicia. Dejando al margen estos aspectos fundamentales, consideramos que en el fondo lo principal es atender al aspecto técnico que proporciona el fuego. En efecto, la técnica a partir de este momento se convierte en el «equivalente» de los instintos en el animal, esto es, algo así como una especie de segunda naturaleza que permite al hombre entrar en una peculiar relación con la Naturaleza: la de transformar la«circunstancia» para poder hacer habitable el mundo en el que el hombre se encuentra. Antes de continuar, quisiéramos volver atrás para prestar atención sobre qué es lo que realmente significa que Epimeteo dejara desprovisto al hombre de atributos y cualidades, por tanto, que dejara al hombre sin una naturaleza fija. Generalmente se ha considerado a Epimeteo el culpable de la condición humana, es decir, suele pensarse que su torpeza (recordemos que su nombre significa aquel que carece de metis, es decir, que no tiene pre-visión, es olvidadizo y sólo ve las cosas una vez que ya ha sucedido) es la causante de los males del hombre. No obstante, en lugar de considerar un «pecado» la acción de Epimeteo debería considerarse como nuestra «salvación». En efecto, lo curioso de la situación es que precisamente lo esencial en el ser humano, a saber, la capacidad para imaginar, inventar y crear, en suma, la fantasía, surgen de una carencia, esto es, de una ausencia de ser. Precisamente esta carencia de ser es la que lleva al ser humano a tener que «inventarse a sí mismo», es decir, el hombre no tendrá más remedio que hacerse y producir aquellas cualidades de las que carecía. En uno de los fragmentos decisivos de la Meditación sobre la técnica nos dice Ortega lo siguiente:
«...el hombre se las arregla...para no tener que hacer lo que tiene que hacer el animal. En el hueco que la superación de su vida animal deja, vaca el hombre a una serie de quehaceres no biológicos, que no le son impuestos por la naturaleza, que él se inventa a sí mismo. Y precisamente a esa vida inventada, inventada como se inventa una novela o una obra de teatro, es a lo que el hombre llama vida humana, bienestar(...) La vida humana ¿sería entonces en su dimensión específica...una obra de imaginación? ¿Sería el hombre una especie de novelista de sí mismo que forja la figura fantástica de un personaje con su tipo irreal de ocupaciones y que para conseguir realizarlo hace todo lo que hace, es decir, es técnico?»2
Las consecuencias que se desprenden de este fragmento serán analizadas posteriormente cuando señalemos algunos de los rasgos esenciales de la figura del héroe no sólo en el Romanticismo, sino también en el propio Ortega. A continuación, es momento de pasar al siguiente apartado en el que se expone brevemente el pensamiento de Pico respecto al hombre.

2. El hombre como «ser inacabado»
La obra de Pico della Mirándola refleja a la perfección el «puesto del hombre en el cosmos» para decirlo a la manera de Scheler, es decir, el ser humano es concebido como un ser cuyo lugar dentro del Universo no está dado de antemano, por tanto, se encuentra desplazado y «descolocado» pues a diferencia de los otros seres no tiene un lugar fijo donde habitar. Veamos lo que nos dice exactamente la magnífica obra De hominis dignitate3.
Como podemos observar, la modernidad de este texto está fuera de toda duda y anticipa claramente planteamientos de carácter «existencialista» o por lo menos los que están centrados en la problemática de la existencia: la libertad y la ausencia o no de una identidad o naturaleza humana. En este fragmento de Pico aparecen a nuestro juicio algunas de las ideas centrales de Ortega que pueden encontrarse en Meditaciones de la técnica (1933) o Sobre la razón histórica (1944) por citar algunos de los más representativos. ¿Pero cuál es exactamente la concepción del ser humano que se desprende del fragmento anterior? La respuesta a nuestro entender es clara.
En primer lugar, conviene subrayar que antes de que Dios decidiera crear al hombre el universo estaba perfectamente en armonía, esto es, reinaba el equilibrio y el orden absoluto, pues cada cosa ocupaba su lugar, todo estaba distribuido perfectamente y nada esta fuera de su sitio. Ése es el problema con el que se encuentra Dios al querer crear al hombre, pues “todo estaba lleno”, es decir, todo estaba ya distribuido y todos los lugares ocupados. Bajo esas condiciones crea Dios al ser humano, completamente desalojado y desterrado sin un lugar propio donde habitar, pues carece de toda «propiedad». Pero precisamente al carecer de un lugar puede establecerse como quiera y donde quiera, posee la libertad para tener el «aspecto» que desee, ya que carece de identidad. Ésta es su gran virtud, en la medida en que puede «elegir» cualquier identidad, cualquier modo de ser, en definitiva, puede hacer con su vida lo que quiera. De ahí el carácter «excéntrico» del ser humano y el peligro de perderse, de no saber orientarse dentro del mundo y perder la cabeza.
Este planteamiento es fundamental para la concepción de la técnica en Ortega por los siguientes motivos:
1. El hombre según esta visión que hemos expuesto se caracteriza por ser un «extranjero» en el mundo, esto es, un ser que a diferencia del animal esta «desajustado» en la naturaleza, no tiene más remedio que «fabricarse su propio mundo» y para ello tiene que reformar el contorno y la naturaleza en la que se encuentra, en definitiva, tiene que transformar su circunstancia y amoldarse a ella, pues sólo así podrá conseguir el hombre aquello que no hay y que le es menester para «satisfacer sus necesidades»- aunque esto sea en el fondo algo equívoco-. Pues bien, en eso consiste precisamente los «actos técnicos» que son los propiamente humanos y que en su conjunto forman la técnica, definida por Ortega en los siguientes términos:
«...la reforma que el hombre impone a la naturaleza en vista de la satisfacción de sus necesidades. Estas, hemos visto eran imposiciones de la naturaleza al hombre. El hombre responde imponiendo a su vez un cambio en la naturaleza. Es, pues, la técnica, la reacción enérgica contra la naturaleza o circunstancia, que lleva a crear en éstas y el hombre una nueva naturaleza puesta sobre aquélla, una sobrenaturaleza.
Conste, pues: la técnica no es lo que el hombre hace para satisfacer sus necesidades...La técnica es la reforma de la naturaleza, de esa naturaleza que nos hace necesitados y menesterosos; reforma en sentido tal que las necesidades queden a ser posible anuladas por dejar de ser problemas su satisfacción...»4.
Lo relevante de este fragmento para nuestros propósitos reside en la importancia que Ortega le otorga a la técnica en tanto que capaz de «reaccionar contra la circunstancia», pues es ahí donde se encuentra según Ortega uno de los aspectos centrales del hombre. En otras palabras, en ese «esfuerzo» del hombre por transformar su naturaleza o circunstancia ve Ortega uno de los rasgos fundamentales del heroísmo.
2. Antes aludíamos a la posibilidad de que el hombre «pierda la cabeza» y se desoriente, precisamente por su carácter «excéntrico», esto es, por su ilimitada capacidad de «ser aquello que se proponga ser». Pues bien, este aspecto también es propio de la técnica, pues como nos advierte el propio Ortega:
«...el hombre está hoy, en su fondo, azorado precisamente por la conciencia de su principal ilimitación...porque, al hallarse en principio, capaz de ser todo lo imaginable, ya no sabe qué es o que efectivamente es...Porque ser técnico y sólo técnico es poder serlo todo y consecuentemente no ser nada determinado. De puro llena de posibilidades, la técnica es mera forma hueca...»5
Aquí aparece uno de los elementos esenciales del pensamiento de Ortega y que a nuestro entender hereda del Idealismo, concretamente de autores como Goethe, Fichte y Hegel: el tema de la «limitación». En efecto, el tema de la «limitación» que Ortega toma de estos autores fundamentalmente es lo que le diferencia del planteamiento que hemos expuesto de Pico della Mirándola.







La historia de un fracaso: El héroe en busca de lo Absoluto

Podemos resumir en líneas generales la concepción del héroe que va desde Giordano Bruno hasta el Romanticismo diciendo lo siguiente: el héroe es aquel que a través de su «voluntad» y de su «esfuerzo» intenta superar la multiplicidad e intenta comprender la unidad de lo real, una unidad que en última instancia no puede alcanzar, pues inevitablemente se le escapa debido a su condición finita. Para decirlo con otras palabras, es el «impulso amoroso» o de «conocimiento», «fama» etc… el que conduce al «héroe» en busca de aquello de lo que carece, esto es, el amor- en el caso de Bruno o Don Quijote- supone un «impulso» o «fuerza» que permite al «héroe» expandirse y perfeccionarse, el problema es que su «objeto» es infinito o Absoluto y jamás puede agotarse, de ahí que sea el «eterno insatisfecho».
En el pensamiento de Ortega el «héroe» y el hombre en general comparten precisamente la «insatisfacción» como su rasgo más definitorio. La característica fundamental del «héroe moderno» es la «insatisfacción» y la «inclinación» a poseer un «objeto» que es infinito y que está más allá de sus propios «límites», por eso es inalcanzable. Lo esencial de la «moral heroica» reside precisamente en querer lo imposible a pesar de saber que la propia condición finita es lo que mantiene encadenado al héroe sin poder alcanzar aquello que anhela. No aceptar sus propios «límites» y pretender trascenderlos sabiendo que el fracaso es inevitable es uno de los rasgos «trágicos» del héroe.
La concepción del «héroe» que Ortega expone en Meditaciones del Quijote participa en cierta forma de estos elementos, ahora bien, su actitud es completamente diferente, pues Ortega frente al carácter trágico propio de la concepción romántica, defenderá siguiendo a Nietzsche, el aspecto lúdico del héroe, esto es, el componente jovial y deportivo de la existencia. Pero esto realmente será en obras posteriores, pues recordemos que en Meditaciones el héroe se caracteriza por querer su trágico destino, dicho de otra manera, lo propio de la figura del héroe es que quiere ser lo que todavía no es, el héroe es pura pretensión, un proyecto que todavía está por hacerse. De ahí proviene, por otra parte, su carácter cómico. ¿Y qué relación tiene todo esto con la técnica? La respuesta no ofrece lugar a dudas si prestamos atención al siguiente fragmento de las Meditaciones de la técnica:
«…Esta reacción contra su contorno, este no resignarse contentándose con lo que el hombre es, es lo específico del hombre(…) El hombre es, pues, ante todo, algo que no tiene realidad ni corporal ni espiritual: es un programa como tal; por tanto, lo que aún no es sino que aspira a ser…He aquí la tremenda y sin par condición del ser humano, lo que hace de él algo único en el universo. Adviértase lo extraño y desazonador del caso. Un ente cuyo ser consiste en lo que ya es sino en lo que aún no es, un ser que consiste en aún no ser...»6.
En este fragmento aparece claramente que la concepción que Ortega tiene del hombre deriva en parte de los rasgos que le atribuye al héroe no sólo en Meditaciones del Quijote, pues en Historia como sistema define al hombre como un ser «utópico» que quiere lo «imposible». Pues bien, lo esencial de la técnica es que le permite al hombre poder ocuparse de realizar su proyecto en la medida en que consiga emplear el tiempo «vacante» que la técnica le proporciona. Pero para conseguir esto lo esencial no es tanto la técnica sino el proyecto, esto es, tener deseos que permitan al hombre poder «autofabricarse», pues en eso mismo consiste el hombre: en ser producción de sí mismo como señala en Meditaciones de la técnica.7 Desde esta perspectiva, podemos afirmar que desde el pensamiento de Ortega la relación entre el hombre y la técnica no sólo es deseable sino que se convierte en esencial incluso para la existencia del hombre mismo, pues hombre y técnica son sinónimos para Ortega, es decir, que sin la técnica no existiría el ser humano.
En nuestros días, son muchas las voces de alarma frente a los peligros de la técnica para el futuro de la humanidad. Desde determinados sectores de la población, pasando por medios de comunicación y grandes superproducciones de la industria de Hollywood, asistimos constantemente a catástrofes ocasionadas por el hombre en su relación con la técnica y en las que el mundo entero corre el peligro de desaparecer. Pues bien, la visión de Ortega como hemos podido observar es justamente la contraria, pues si en dichos planteamientos catastrofistas es la técnica la que puede hacer desaparecer al hombre, en el pensamiento de Ortega es el hombre el que no puede vivir sin la técnica, esto es, sin inventar y crear nuevos entornos o «mundos», aunque sean virtuales.