19.10.07

SER Y APARIENCIA EN HERÁCLITO Y PARMÉNIDES

Introducción

Para poder exponer de forma adecuada a esta pregunta, conviene tener presente el problema que se esconde tras el enunciado: la distinción conceptual entre «ser» y «apariencia» en el pensamiento de Heráclito y Parménides. Ambos filósofos son anteriores a Platón y ejercieron una influencia decisiva en su pensamiento. Ahora bien, tenían una forma de entender la filosofía muy peculiar y una manera de expresarse oscura e imprecisa, entre otras razones, por el carácter fragmentario de sus textos.

Planteamiento del problema

Puede decirse que lo que está en juego en dicha distinción es una determinada concepción de la realidad y del conocimiento. Dicho de otra manera, lo que se pretende averiguar es si podemos adquirir un conocimiento objetivo de la realidad, o por el contrario, estamos condenados a contemplar la apariencia de las cosas.

Desarrollo

Para Heráclito, la auténtica realidad consiste en el cambio, en la transformación y el movimiento continuo de todas las cosas, es decir, que la naturaleza o el mundo consisten en un perpetuo devenir. Dicho de otra manera, para Heráclito la realidad está compuesta de contrarios: la noche y el día, la guerra y la paz, el amor y el odio. El conflicto, por tanto, es un ingrediente esencial del mundo para Heráclito. Esto significa que no hay nada que permanezca inmutable, que no hay un ser de las cosas.

Para Parménides, por el contrario, lo que Heráclito considera que es la auténtica realidad, a saber: la trasformación y el cambio continuo de la naturaleza es en el fondo una apariencia. Según Parménides, detrás de las apariencias se encuentra el ser de las cosas, la auténtica realidad. Para decirlo con otras palabras, Parménides considera que para que pueda darse el conocimiento y la verdad es preciso que haya cosas que no cambien y permanezcan eternas e inmutables.

Estos serían a grandes rasgos, los rasgos básicos de ser y apariencia en Parménides. Puede decirse que dicha filosofía ha ejercido una influencia decisiva en el pensamiento Occidental, en la medida en que la creencia en que las «apariencias engañan» supone establecer una distinción similar a la establecida por Parménides.